1ª aniversario de la consagración argentina

Hace justamente 1 año, Argentina se coronaba en Lusail campeona del mundo y sumaba su tercera estrella mundialista de la historia

El mundial avanzaba enérgicamente, prácticamente sin permitir al espectador disfrutar de los partidos de las fases KO, las cuales se disputaban uno tras otro. Los dos finalistas avanzaban de ronda gustando y convenciendo, donde las bicampeonas se mostraban ambiciosas para alzar su tercer mundial. Finalmente llegaría el dia, aquel 18 de Diciembre de 2022, que supondría un antes y un después en la vida de los argentinos.

Las expectativas eran totales, con una atmósfera inigualable. La actual campeona del mundo, contra la actual campeona de América. Mbappé en su máximo nivel, con increíbles números hasta esa fecha; contra Lionel Messi, que a sus 35 años, se mostraba superlativo y determinante para los suyos. Un Deschamps experimentado en estas citas, contra un Scaloni que vivía su primera experiencia mundialista. Dos potencias futbolísticas históricamente enemistadas, y este mundial decantaría la balanza y supondría el desempate. Un duelo de orgullos y fútbol; la clase y la potencia europea, contra el portero y la garra sudamericana. Las cartas estaban echadas y mostradas, solo quedaba que el colegiado diera la orden de inicio.

Comenzaba el partido, y para sorpresa de muchos (entre los cuales me incluyo), Argentina dominaba de manera contundente y abismal. Se sucedían el correr de los minutos, y nada cambiaba. Superioridad total por parte de los sudamericanos, con y sin balón. Todos esperábamos que fuera fruto de un mal comienzo por parte de los franceses, pero nada más alejado de la realidad.

Argentina quería y tenía el balón, desplegando un fútbol total y dinámico. Gran mérito de esto, lo tenía el mediocampo. El Golden Boy y Macallister se adueñaron de la medular. Una superioridad aplastante que dejaba a los franceses en shock. No había capacidad de reacción. Todo lo que yo les diga o como lo defina queda en vano si escuchamos al Pibe D´Alessandro. Él lo resumió a la perfección minutos después del encuentro: «¡Ganó el vértigo, el fútbol cambió, los 3 volantes de Argentina vuelan, vuelan, es otro fútbol presidente!».

Y estaba en lo cierto, dos jóvenes que ni si quiera eran titulares al principio del mundial, anularon completamente a jugadores de la talla de Mbappé o Griezmann. El primer gol celeste vendría de penalti, materializado por Messi. Tras una jugada por la izquierda, Dembelé derrumbaría al fideo en el área. Tras este gol, Argentina cogió aún mas confianza, y Francia se movía al son de lo que dictaminaban  los sudamericanos.

Tras esto, y en un contraataque que quedará para los anales de la historia, vendría el 2-0. Rápido, preciso, al primer toque. Combinación de pizarra que permitía a Ángel Di María, después de cogerle la matrícula a Koundé, convertir el 2-0 tras una exquisita definición. Digo Di María, pero le podría nombrar como el hombre de las finales. Gol en la final de copa América, en la final de los JJOO, en la Finalíssima y en el mundial. Fruto de esto, y a la desesperada, el cuadro francés haría cambios ya en el minuto 41.

El colegiado daba inicio a la segunda parte. Los albicelestes seguían dominando, pero Francia se acercaba con más claridad al área. Tras un agarrón en el área de Otamendi, Les Blues recortarían ventaja, convirtiendo así Kylian el penalti. En un abrir y cerrar de ojos, los franceses empataban el partido con otro gol de Mbappé, resucitando así fantasmas del pasado en las mentes Argentinas. Inevitablemente se venían a la cabeza recuerdos dramáticos. La final de 2014, las 2 finales consecutivas perdidas en Copa América, hacían sembrar el pánico en los aficionados sudamericanos.

Daba comienzo la prórroga, donde nuevamente los albicelestes, a través de un gol de su capitán, se ponían nuevamente en ventaja. Parecía ya la sentencia definitiva, el final de una angustia prolongada, pero ingenuamente, estábamos ante la crónica de una alegría que tendría que esperar un poco más. La mala suerte volvía a sacudir al combinado sudamericano, cometiendo Montiel un penalti claro con la mano. Mbappé nuevamente haría los deberes, y empataba el encuentro. Todo indicaba que nos íbamos a la definición por penaltis, pero antes habría que evitar «infartar» tras un error de Kolo Muani.

En una una jugada loca, y un Otamendi fuera de marca, pondría al francés mano a mano contra el Dibu Martínez. Corría el minuto 123, con total seguridad la última jugada del partido, Muani disparó a puerta; pero allí estaba el guardameta argentino, que parecía haber sido bendecido por Dios, para realizar la parada más determinante ya no solo de los mundiales, si no del fútbol mundial.

Por fin empezaba la definición desde los 11 metros, y aquí el guardameta del Aston Villa tendría mucho que decir. Se encontraba en una situación fetiche para él, en su territorio favorito, diezmando mentalmente a los tiradores franceses. Y así fue, parada a Coman y fallo de Tchouaméni. Sería Montiel el encargado de tirar el penalti decisivo, aquel que terminaba con la agonía prolongada. En ese instante, los aficionados se encomendaban a Dios, o más bien a Maradona, que para muchos argentinos viene siendo prácticamente los mismo. El pelusa, para mucha gente, tendría algo que ver en el desenlace del encuentro.

El ídolo eterno, como si de un Dios se tratara, estaba en el cielo dispuesto a empujar a su selección. Gonzalo Montiel cogía carrerilla y se disponía a ejecutar el penalti, cuando El Diego, mallete en mano, dictaría sentencia desde allí arriba. El 4 convertía gol y todo acababa. Fin. Fin de una de las mayores injusticias futbolísticas. Fin del eterno debate Messi-Cristiano. Fin de la eterna comparación Messi-Maradona.

Un estratosférico Dibu y un determinante Messi, bordaban sobre el pecho de su escudo la tan anhelada estrella. Argentina cantaba, agradecía al cielo, lloraba de la rabia contenida y celebraba por esa gesta inmensa. El deseo de 48 millones de habitantes se convertía en realidad. Desde aquel 18 de Diciembre y hasta la eternidad, Messi y Maradona ascendían a un podio inalcanzable para el resto de mortales.

 

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