Tarde de escalofríos en Hamburgo

Llegó el frío.

Los días se acortan y son más oscuros.

Y el Barça se va acostumbrando partido a partido a vivir con una nube negra encima de su cabeza.

 

En lo que fue la actuación más dura de asimilar para el espectador culé de lo que va de curso, el Barça había salido finalmente  amnisitiado de Anoeta, aunque nadie estaba contento. Pese al triunfo in extremis, los de Xavi regresaron a Barcelona con la sensación de haber vivido una pesadilla. Una noche de terror en la que se les apareció la providencia en el tiempo de descuento para rescatarles, pese a tanta mediocridad.

El técnico egarense abandera la voz del barcelonismo a la hora de hacer autocrítica pero ese clamor no se traslada en una reacción palpable del equipo cuando el balón empieza a rodar por el verde. El mensaje del entrenador no les llega o no lo saben interpretar? En Hamburgo, ante un equipo que en Europa está acostumbrado a vivir exclusivamente de la esperanza y la ilusión pero que supo apretar los dientes, el Barça volvió a deambular y naufragó.

Es un conjunto el azulgrana que parece haber perdido el pulso a la tensión competitiva y el gusto por ejercer una presión intensa, característica esta última que fue su mejor baza para crear ocasiones de gol el curso anterior, ante la falta de desequilibrio de sus atacantes. Resulta desesperante constatar como a algunos jugadores les cuesta una barbaridad practicar un futbol fácil, y ya no digamos escoger la mejor opción de juego cuando tienen la posesión. Romeu y Cancelo volvieron a ser los ejemplos más claros. Jugadores inconscientes de sus limitaciones intentando llevar a cabo acciones ilógicas que perjudican al equipo. Otros directamente estuvieron desaparecidos, como Raphinha o Ferran.

Lo más preocupante es que el aficionado empieza a temer con frustración y algo de desconcierto que quizás la lipotimia en la que cayó el equipo después de que Bellingham empatara el Clásico sea algo más que eso. Quién puede desterrar de su cabeza que ese andar arrastrando los pies con el que se desplaza el equipo no sea una inercia en vez de un accidente?

Sin capacidad de reaccionar a su propia flacidez, fue un Barça pálido, el que actuó en el primer tiempo. Casi transparente. Ni consiguió hacer fluir su juego para hacer daño al rival ni tampoco lo pudo maniatar como debía. El Shaktar, un grupo en el exilio, probablemente subestimado durante semanas, no dejó de derrochar orgullo y personalidad con el balón. Y como el Barça no supo imponer su jerarquía, fue creciendo hasta el gol.

 

 

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Raphinha, en una actuación gris, ante el defensor ucraniano. / FC Barcelona

 

Si bien en el arranque de la segunda mitad los de Xavi empezaron presionando mejor, el equipo seguía partiéndose con demasiada facilidad cuando el conjunto local superaba la primera línea de presión. Justo después de una nueva ocasión de gol que salvó Ter Stegen el técnico catalán decidió hacer cuatro cambios de golpe en un intento alocado de comprobar si a alguno de los presentes le corría sangre caliente por las venas.

No bastó. Tampoco las nuevas incorporaciones cambiaron el partido, más allá de aportar refresco en lo físico. El efecto Joâo Félix se ha desvanecido en el aire como un encantamiento y ayer rubricó su punto y a parte. Pedri no encontró la luz. A Lamine le pesó el escenario, como si la neblina que iba cayendo sobre el césped, le recordara que todavía es un niño. Los veteranos como Lewandowski y Gündogan no fueron capaces, una vez más, de echarse el equipo a la espalda. El momento tétrico de Balde se manifestó en todo su esplendor y el orgullo de Araújo y Gavi no fue suficiente para derrumbar el muro de Rakitsky y compañía.

El equipo, aunque consiguió avanzar líneas y hacer recular a los ucranianos con el paso de los minutos, nunca tuvo clarividencia en el remate o en el último pase.

El Barça realizó un partido asmático en todos los sentidos y sólo supo recurrir al coraje del perro, al final. Ese que se manifiesta en una mezcla de rabia y vergüenza. Esta vez la providencia no alargo su brazo y el único punto que necesitaban los de Xavi para clasificarse se esfumó.

Para el Barça era un enfrentamiento en el que podía recuperar sensaciones, mecanismos atrofiados que debía ejercitar. Reflejos que le debían dar seguridad… Y terminó siendo todo lo contrario: Otra vuelta de esquina en el denso laberinto en el que se desliza el equipo.

Ayer con escalofríos en la nuca y castigo final incluido.

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