La historia del club que volvió a creer.
En el verano de 2016, el Getafe CF era un equipo roto. Tras doce temporadas consecutivas en Primera División, el club del sur de Madrid había tocado fondo. El descenso consumado en la temporada 2015-16 no fue solo un traspié deportivo, fue un golpe a su identidad. El Coliseum, acostumbrado a recibir a los grandes de LaLiga, se convirtió de pronto en un escenario de incertidumbre, con una plantilla desmotivada y una grada resignada.

El inicio en Segunda División confirmó los peores presagios. Con Juan Eduardo Esnáider en el banquillo, el Getafe sumó solo una victoria en ocho jornadas. El equipo se hundía en puestos de descenso a Segunda B, por aquel entonces. Aquel septiembre de 2016, el proyecto parecía condenado a la deriva. Pero en ese punto de crisis absoluta, el club tomó una decisión que lo cambiaría todo, contratar a José Bordalás.
Bordalás y la reconstrucción desde las cenizas
Bordalás venía de ascender al Deportivo Alavés a Primera, aunque el club vitoriano prescindió de él antes de debutar en la élite. Llegaba herido en el orgullo, con hambre de revancha. Y eso fue exactamente lo que transmitió al Getafe: orgullo, disciplina, carácter y convicción.
Desde su primer entrenamiento, el cambio fue evidente. Las sesiones eran intensas, el mensaje claro: “Aquí se corre, se pelea y se defiende cada metro de césped”. Bordalás implantó su ADN competitivo y convirtió un vestuario desunido en una trinchera. Jugadores como Damián Suárez, Cala, Faurlín o Jorge Molina asumieron la nueva ideología: el Getafe no regalaría nada a nadie.
El resultado fue asombroso. De estar en descenso a mitad de temporada, el equipo remontó posiciones con una fuerza inédita. Cerró la liga regular tercero, clasificándose para los play-offs de ascenso.
En semifinales, eliminó al Huesca con autoridad. En el partido de ida que se disputaba en El Alcoraz, terminó en empate a dos con goles de Samu Sáiz y Vadillo por parte de los locales y Jorge Molina y Portillo por parte del conjunto azulón. Un partido que dejaba todo para la vuelta en el Coliseum, pero en la vuelta el Getafe no dio opción al Huesca, donde los de José Bordalás sentenciaba la eliminatoria con un 3-0 con goles de Juan Cala, David Fuster y Pacheco. Los azulones esperaban finalista de los Play Off a Primera División.
El rival sería el Tenerife. En la final, cayó 1-0 en Tenerife… pero en el Coliseum, ante un estadio en ebullición, firmó un 3-1 épico que devolvía al Getafe a Primera. Un último gol que inició Dani Pacheco, recibió el balón en tres cuartos de campo y filtró un pase hacia Jorge Molina, que se giró dentro del área y remató. El balón rebotó en el cuerpo de Faurlín que se había lanzado al suelo intentando empujar el esférico y acabó colándose en la portería del Tenerife ante la locura de todo el estadio.
El 24 de junio de 2017, el club completaba una de las remontadas más emocionantes de la historia reciente del fútbol español. El Coliseum lloró, cantó y volvió a creer.

El equipo que nunca se rindió
Ya en Primera, Bordalás construyó algo más que un equipo competitivo, levantó una identidad reconocible. Su Getafe se caracterizaba por, un bloque compacto, presión intensa y transiciones rápidas. Además, de un fútbol directo y vertical, sin florituras innecesarias, un grupo de jugadores comprometidos hasta el límite.
El 8.º puesto de la temporada 2017–18 fue un aviso. Pero el curso 2018–19 se convirtió en una epopeya. Con un presupuesto modesto, el Getafe luchó hasta la última jornada por entrar en Champions League.
Bordalás exprimió al máximo a un bloque sin estrellas: Djené, Cabrera, Arambarri, Maksimovic, Jorge Molina y Jaime Mata fueron los pilares. El equipo era una roca, apenas recibió 34 goles en 38 partidos. Ganó en el Camp Nou de tú a tú, resistió en el Bernabéu y convirtió el Coliseum en un fortín.
Durante varias semanas, el Getafe ocupó la cuarta posición, soñando con la Champions. Finalmente acabó quinto, logrando una clasificación histórica para la Europa League. Aquel logro fue algo más que un premio deportivo, fue la culminación de una resurrección. El equipo que tres años antes agonizaba en Segunda, ahora miraba a Europa desde la élite.

Europa azulona, la noche mágica ante el Ajax
La temporada 2019–20 fue la consagración internacional del “Getafe de Bordalás”. El club debutó en la Europa League y sorprendió a toda Europa con su estilo combativo y sin complejos. En dieciseisavos, el sorteo le emparejó con el Ajax de Ámsterdam, semifinalista de la Champions el año anterior.
Nadie daba un euro por los madrileños. Pero el Getafe volvió a desafiar la lógica.
En la ida, en un Coliseum en ebullición, venció 2-0 con un fútbol directo, valiente y perfectamente ejecutado.
Desde el pitido inicial, los azulones mordieron cada balón. Deyverson abrió el marcador con un disparo a placer tras un gran centro de Arambarri, que le llegó a Olivera y con un pase con el interior de primeras, dejaba solo al delantero, desató la locura en el estadio. Ya en el descuento, a punto de finalizar el encuentro, Kennedy inició una contra que en la frontal del área no se lo pensó y su chut después de tocar ligeramente en el defensor del Ajax, se introducía dentro de la portería. No fue fútbol de seda, fue fútbol de hierro.
En la vuelta, resistió en el Johan Cruyff Arena y, pese a caer 2-1, se clasificó con un global de 3-2. Fue una noche histórica, un equipo modesto de la periferia madrileña eliminaba al gigante holandés, símbolo del fútbol ofensivo y elegante. Ámsterdam se vistió de revancha, pero el Getafe no se inmutó. Cucurella corrió como si no existiera el cansancio, Djené despejó como si cada balón valiera una vida, y David Soria lo detuvo todo. Hasta marcaron en el Johan Cruyff Arena.
El Ajax ganó el partido, pero el Getafe ganó la eliminatoria. Y esa noche, Europa entera entendió que aquel equipo no era un milagro.
Cayó después ante el Inter de Milán de Lukaku y Lautaro, pero lo hizo con la cabeza alta. El Getafe se había ganado el respeto de Europa.

Fin de ciclo, caída y regreso
El desgaste fue enorme. La pandemia y el paso del tiempo enfriaron el proyecto. Bordalás dejó el club en 2021, cerrando un ciclo irrepetible. Sin él, el Getafe perdió su alma, encadenó malas rachas y volvió a flirtear con el descenso.
En abril de 2023, el club volvió a llamar al hombre que lo había salvado todo. Bordalás regresó con el equipo en puestos de zona baja de la tabla y, en pocas jornadas, el cambio fue inmediato, volvió la intensidad, la presión, la garra. El Getafe volvió a ser el Getafe.
Otra salvación, otro milagro.
El legado de un hombre y una idea
Hoy, el nombre de José Bordalás está ligado para siempre a la historia del Getafe. Su legado no se mide solo en resultados, sino en identidad. De un descenso devastador a un ascenso épico. De la inestabilidad al sueño europeo. El Getafe encontró en Bordalás algo más que un entrenador, encontró su reflejo más auténtico.
En un fútbol cada vez más dominado por los grandes presupuestos, la historia del Getafe demuestra que el coraje, la organización y la fe pueden convertir a un club humilde en un gigante respetado.
El Coliseum lo sabe bien, cuando todo parecía perdido, apareció un técnico llamado Don José Bordalás que les enseñó a volver a creer.


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