En los últimos tiempos han surgido varias críticas hacia la dureza de la afición del Real Valladolid con su equipo
La afición blanquivioleta tiene cierta fama de «exigente». En numerosas ocasiones hemos escuchado de la boca de exjugadores y exmiembros del club que las gradas de Zorrilla son impacientes y duras ante las adversidades. Pezzolano, sin ir más lejos, calificó a la afición de «poco competitiva» por las continuas reprimendas de los abonados hacia el juego del equipo y el rol del cuerpo técnico. Ronaldo llegó a decir que los aficionados que luchaban por el regreso del escudo eran «radicales». Pero, ¿de dónde viene esta fama? ¿Ha sido siempre así?
El antes
Antes de enfrascarnos en la cuestión debemos recordar que el Real Valladolid es un club histórico de la Primera División del fútbol español. En la actualidad, y a pesar de los continuos accidentes de las últimas temporadas, ocupa la decimotercera posición en la clasificación histórica. En sus vitrinas guarda con cariño la vieja Copa de la Liga, título del que solo pueden presumir dos equipos más, el Real Madrid y el FC Barcelona. Hace ya 40 años, el Pucela ganó «con orgullo y con honor» al Atlético de Madrid ante un José Zorrilla eufórico y por tres goles a cero. Y ahora, ¿de dónde viene la exigencia?
El después
Pues bien, este equipo histórico ha descendido en cinco ocasiones en los últimos veinte años. De esas cinco, tres de ellas han tenido lugar en los últimos diez años. Un bagaje que hace que el Pucela aparezca ahora como primer resultado si buscas en tu navegador «equipo ascensor de España». Ante esta situación crítica, sus seguidores, lejos de desvincularse, responden con apoyo. Hace diez años la cifra de abonados era de 12.500. En 2024, el Real Valladolid bate su récord de abonados con 24.000, el máximo permitido. Casi el doble. Y todo ello en un club enmarañado en promesas incumplidas, propietarios sin capital, deudas, escándalos, desprecios a la afición y sus valores y, sobre todo, poco fútbol.
El ahora
Y así llegamos a la temporada 2024/25. El Pucela se sitúa en la vigésima posición de la Primera División con nueve puntos en 16 jornadas. El peor arranque de su historia. Desde la directiva se opta por destituir a Pezzolano sin un sustituto preparado. Ahora ningún técnico está dispuesto a venir para firmar su propia sentencia. Mientras tanto Ronaldo, la cara visible de la entidad, se aleja de Valladolid para centrarse en promocionar su marca personal en galas de premios, sorteos e incluso en su canal de Twitch.
Hoy, la euforia de 1984 se ha diluido, y ya no queda ni rastro ni del orgullo ni del honor. El equipo histórico, el que acostumbraba a pelear de tú a tú con cualquier rival solo existe ya en el imaginario de la afición más longeva, un sector que pierde cada día más sus esperanzas de volver a tener veladas alegres en el José Zorrilla.
Y a pesar de todo, 20.000 personas visitan las gradas del estadio cada semana. Miles de espectadores, cada uno con su vida y sus preocupaciones, pero todos ellos dispuestos a dar un aliento al club de sus amores. Un aliento que ha dejado de ser recíproco.
Y todavía se escucharán voces que dirán que los pucelanos son «radicales» e «impacientes». Que se quejan más de lo debido. Si me preguntan, pienso que los aficionados ya han tenido demasiada paciencia.
Estudiante de Periodismo en la Universidad de Valladolid. Co-fundador del proyecto Silencio Rural.
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