Los de la bien cercada le arrebataron los tres puntos a los orensanos sobre la bocina en un encuentro tan frío como falto de intensidad
La fría noche del 7 de diciembre Zamora C.F. y Ourense C.F se reencontraban en el Ruta de la Plata como dos buenos amigos que compiten por un mismo puesto de trabajo, antes del pitido inicial todo fueron risas y abrazos, pero en cuanto la redonda comenzó a rodar el buen rollo se aparcó en pos de los tres puntos.
Las bajas temperaturas, esta vez si, hicieron mella y el número de butacas vacías vencía con diferencia a las ocupadas. Aquellos irreductibles que tuvieron a bien hacer acto de presencia en el estadio iban enfundados en sus gorros de lana y escondidos baja sus mantas, pero todas las prendas tenían los colores rojiblancos como denominador común.
Ambos equipos se jugaban mucho, la engañosa tabla clasificatoria decía que el Zamora (siete puestos por encima) era muy superior a los orensanos, nada más lejos de la realidad ya que los conjuntos estaban separados tan solo por tres puntos.
Con el primer cuarto de hora agotado llegaría la primera acción de peligro para los zamoranos, un centro lateral y el posterior error defensivo de los azulones hizo que la pelota se pasease sin dueño por el área pequeña para posteriormente ser repelida. El partido seguía su curso, con tranquilidad y con las pulsaciones de ambos combinados sorprendentemente bajas, pero la figura del colegiado se hizo latente y, como casi siempre en estas citas, para mal. El Zamora vio como dos de sus futbolistas recibían cartulina amarilla por dos faltas sumamente intrascendentes y el respetable no dudó en hacerle saber al colegiado su disconformidad.
Tresaco hizo entrar en calor a la afición con un cabezazo que a punto estuvo de colarse en la meta defendida por Marqueta. La réplica tardaría minutos en llegar, pero mereció la pena la espera, Ángel Sánchez se sacó un latigazo de la manga que obligó a Fermín a volar para enviar a córner el envío que ya se colaba dentro.
Con el Zamora desaparecido en combate los azulones decidieron dar un paso adelante y tras una acción combinativa espectacular consiguieron desordenar a los rojiblancos lo suficiente como para que Iván Del Olmo recibiese con libertad en el corazón del área y fusilase a placer al meta riojano.
Lejos de reaccionar el Zamora actuó como un boxeador instantes después de besar la lona, aturdido, lento y nervioso. Los pupilos de Pablo López olieron la sangre a kilómetros y actuaron en consecuencia, prueba de ello Ángel Sánchez volvería a sacar un disparo cómodo dentro del área, pero el exceso de confianza hizo que la pelota acudiese directamente a los guantes de Fermín.
El Zamora recurrió a la pizarra que tanto éxito le ha dado recientemente, pero esta no le sonrió en esta ocasión y el remate de José Carlos se marchó sin peligro alguno.
DESCANSO
Tras la salida del túnel de vestuarios el Zamora adoptó el rol de dominador y comenzó a proponer. Joel Priego se encontraría con un balón suelto dentro del área, una oportunidad de oro para un jugador de sus características, pero el remate le salió mordido y no entrañó ningún peligro.
Cuando mejor estaba el Zamora cayó un jarro de agua fría en forma de penalti, un claro agarrón de Carlos hizo que el brazo del colegiado saltase como un resorte señalando la pena máxima. Cuando la gente en la grada ya asumía con resignación que la gesta se tornaba imposible, apareció la figura de San Fermín Sobrón para arrojar algo de luz entre las sombras, se estiró y repelió el golpeo seco que amenazaba el ángulo inferior derecho de su portería.
Ni siquiera la proeza de Fermín logró que sus compañeros pudieran conectarse al partido. El Zamora lo intentó, sin organización, sin ritmo y sin criterio y el Ourense se sintió cómodo en esa tesitura mientras los minutos iban corriendo en el electrónico.
A falta de 10 minutos Luis Rivas condenó a los suyos a luchar en inferioridad numérica tras una agresión al soltar el brazo en un contraataque comandado por Joel Priego, el joven colombiano se marchó a las duchas a medio camino entre la incredulidad y la resignación.
En los instantes finales, con mucho corazón y poca cabeza José Carlos aprovechó un córner para sortear la muralla de jugadores con un remate imposible para el guardameta. Como en las mejores novelas la historia dio un giro de 180º cuando todo parecía resuelto y el Zamora pudo festejar un punto, que así cosechado, sabe mejor.
Director de Agente Libre.
«La pelota no se mancha».