Sergi Roberto fue el médico en la sala

El último encuentro del año en casa debía ser para el Barcelona un bálsamo y una bocanada de oxígeno. Un refugio en el que redimirse de sus pecados de este otoño. Sin embargo volvió a sufrir de lo lindo para sumar los tres puntos y cierra 2023 con muchas más dudas que certezas.

 

En los prolegómenos del partido la culerada andaba dividida entre aquellos que esperaban que Xavi agitara el árbol desde el once, dando alternativas a los más jóvenes y los que tenían la certeza de que éste mantendría intactas las jerarquías. Para sorpresa de muy pocos, sucedió lo segundo.

El técnico egarense empezó su andadura como técnico del Barcelona hace ya más de dos años apostando por un planteamiento eminentemente conservador, viendo que la plantilla era limitada y que las piezas no le terminaban de encajar. Incluyó un cuarto mediocampista en su esquema y reforzó el trabajo colectivo de presión y repliegue ante la falta de talento y fluidez con balón que mostraban sus atacantes. Es algo que el barcelonismo tardó en digerir, ya que esperaba un juego más cercano al que abanderó el Xavi jugador, capitán y emblema del estilo. Dos años después las esperanzas depositadas en que Xavi pueda construir un equipo valiente y trabajado que se acerque a esa idea de futbol vistoso y solvente parecen haberse alejado. Y el choque contra el Almería fue otra demostración de esa incertidumbre.

El público esperó hasta la mitad del primer tiempo para empezar a mostrar su descontento, hasta el punto que se escapó algún silbido. El equipo actuó sin el brío esperado, como si pensara que le bastaría con salir al campo para batir a un conjunto que proyecta 10 puntos a 38 jornadas. Mostró un ritmo insuficiente en la circulación, permitiendo al Almería tapar espacios y engrandeció la figura del portero rival de nuevo. Y no era el único problema que derivó de esa falta de intensidad y deficiencias en el remate: los de Garitano, envalentonados ante la poca mordiente de los culers nunca renunciaron a salir con peligro por las bandas, y el Barça volvió a sufrir atrás en un par de ocasiones en las que los andaluces pudieron adelantarse. Ni siquiera el gol de Raphinha sentó las bases de un triunfo cómodo. Adoleciendo de su fragilidad atrás, tantas veces contrastada en este curso, el equipo regaló un rechace (esta vez fue Araújo) y Baptistâo supo definir a la perfección para poner de nuevo las tablas en el marcador.

La sensación al descanso era agria para el espectador que combatía el frío de Montjuïc. ¿Cómo aspirar a una Liga en la que el equipo está tan abonado al sufrimiento que ni siquiera contra el colista es capaz de resolver con claridad?

Joâo Félix fue la víctima escogida por Xavi a la hora de refrescar el ataque. Da la sensación que al portugués, desaparecido desde que diera el triunfo ante su ex equipo, debería costarle recuperar la titularidad. El Barça mejoró notablemente en el segundo tiempo, ya fuera por vergüenza o por convencimiento, salió con otro tono, y el público ayudó dando calor desde la grada. Y es que aplaudir y gritar es una buena forma de sacudirse el fresco.

El segundo gol llegó también desde la esquina, después de un cabezazo de Sergi Roberto que volvió a manifestar todas las carencias del Almería para defender el balón parado y el equipo encontró a partir de ahí muchos más espacios para matar el partido.

Pero hay días en los que es mejor no levantarse. Y Araújo lo vivió en sus propias carnes. En un lance desafortunado, obstaculizó a Iñaki Peña y Edgar aprovechó el rebote para empatar de nuevo. Sólo un minuto después el mismo charrúa mandó al limbo un cabezazo que era de gol.

Azotado por la desgracia y limitado por su propia falta de claridad el equipo tiró de corazón y empujó los últimos diez minutos con un punto de desesperación. Con mucho más ahínco que futbol.

Si Araújo había sido la cruz, la cara estuvo representada por Oriol Romeu a quien la grada acompañó y que tuvo buenos minutos imponiéndose en el eje. Pero sobretodo estuvo representado por Sergi Roberto, ayer capitán. El de Reus aprovechó un balón delicioso de Lewandowski al espacio y batió a Maximiano por debajo de tiro cruzado. Xavi resoplaba en la banda. Laporta se ceñía el cinturón. Iñaki Peña miraba al cielo y el infartado recuperaba el pulso.

Ganó el Barcelona porque tiene más. Mucho más. Pero sigue sin encontrar el juego y sobre todo sigue sin encontrar esa consistencia que le debe permitir luchar por los títulos en el presente curso.

Las vacaciones deben servir para respirar hondo, recuperar el corriente sanguíneo y reflexionar. Sobretodo deben servir para reflexionar.

 

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